Por Alberto Benza González
El amor es como un río salvaje que atraviesa los paisajes del alma. Sus aguas tumultuosas arrastran consigo los miedos y las dudas, pero también las esperanzas y los sueños. Es un torrente impetuoso que nos sumerge en un remolino de emociones, donde el corazón late con una intensidad desbordante.
El amor es un laberinto de sensaciones entrelazadas, un baile de palabras susurradas al oído en la penumbra. Es un verso que se despliega en la piel, un abrazo que envuelve el cuerpo en un abrigo cálido. El amor es una melodía que resuena en lo más profundo, una sinfonía que se entrelaza con los latidos del universo. Es la luz que ilumina el camino en la oscuridad, la fuerza que nos impulsa a seguir adelante. El amor es una danza eterna, donde dos almas se entrelazan y se convierten en una, creando un vínculo indestructible que trasciende el tiempo y el espacio.