Por Alberto Benza González
Acapulco, ciudad encendida de sueños y desvelos, donde el sol se viste de oro y el mar susurra al oído su canción ancestral. En tus playas de ensueño, la vida se despliega como un lienzo de emociones, y en cada grano de arena se esconden historias que claman por ser contadas. Acapulco, tú, que guardas en tus entrañas los secretos de antiguas culturas y los anhelos de un pueblo luchador.
En tus calles empedradas, se escucha el eco de voces entrelazadas, voces que narran el devenir de generaciones, que revelan los contrastes y las luchas de una tierra rica en matices. Los colores de tus fachadas se mezclan como el arcoíris, evocando la alegría y la tristeza que se funden en el alma del pueblo. Acapulco, eres un poema viviente, un verso que se escribe con las pisadas de aquellos que te habitan y te aman.
En tus mercados rebosantes de vida, se respira el aroma de la tradición y el sabor de la cocina ancestral. Las manos laboriosas tejen hilos invisibles que entrelazan el pasado y el presente, creando una urdimbre de identidad que resiste al paso del tiempo. Acapulco, tus sabores se convierten en metáforas gustativas que se deslizan por el paladar, dejando un regusto de autenticidad y arraigo.
Pero también, Acapulco, entre tus luces y sombras, se yergue el grito de la desigualdad y la injusticia. Tus calles testifican las heridas de un sistema que no siempre ha sido justo, que ha dejado cicatrices en la piel de aquellos que luchan por un futuro mejor. Tus hijos, valientes y resilientes, buscan la esperanza en cada rincón, desafiando las adversidades con la convicción de que un nuevo amanecer llegará.
Acapulco, en tu abrazo salino encuentro la fuerza para soñar, para alzar la voz y para escribir versos de esperanza. Eres el eco en cada rincón de tus calles, recordándonos que en medio de la adversidad siempre hay espacio para la belleza y la transformación. En tus atardeceres de fuego, la poesía se hace tangible y las palabras se elevan en alas de libertad.
Acapulco, te nombro con reverencia y te abrazo con la palabra. Eres un fragmento de nuestra historia, una radiografía de nuestras luchas y anhelos. Que tus playas sigan acogiendo sueños y tus calles resuenen con la esperanza de un futuro más justo. Acapulco, en tus entrañas laten los versos que no se apagan, la poesía que no se agota. En ti, encuentro versos que vibran en cada rincón, recordándome que en la poesía y en el amor, siempre hay un lugar para el renacimiento.